Agencias

Poco después de la medianoche, Duc Nguyen se sentó en su cama de hospital para una videollamada con su esposa. El resplandor de un televisor y una farola fuera de su ventana proporcionaban la única luz en la habitación mientras una cánula nasal suministraba oxígeno a sus pulmones.

No era así como el hombre de 33 años había imaginado darle la bienvenida al nuevo año, pero dijo que estaba agradecido de que el United Memorial Medical Center (UMMC) en Houston tuviera una cama vacía para que pudiera ser tratado por la neumonía provocada por el COVID-19.

Nguyen dijo que confiaba en que se recuperaría, pero predijo que los peores días de la pandemia estaban por venir.

“Todavía nos espera otro regalo el próximo año”, dijo con voz ronca. “No ha terminado todavía”.

Escenas similares se vieron en todo el país cuando un aumento de infecciones posterior al Día de Acción de Gracias se sumó al número de pacientes ingresados por un virus que se ha cobrado más de 342.000 vidas en Estados Unidos.

Ubicada en un área de clase trabajadora del norte de Houston, el UMMC ha sido duramente golpeado por las oleadas de casos que azotaron Texas durante el verano y el otoño boreal, lo que provocó un inmenso costo físico y emocional en enfermeras como Tanna Ingraham, quien superó dos episodios de COVID-19.