Miles de israelíes, unos 100.000 según los organizadores, se han congregado este sábado en Tel Aviv para conmemorar los 50 días del ataque de Hamás contra Israel, en el que el grupo islamista tomó más de 240 rehenes, para pedirle al Gobierno que los libere a todos y recordar que seguirán luchando hasta que el último de ellos vuelva a casa.
«Estamos hoy aquí para gritar y decir que seguimos esperando que vuelvan y que esperamos que el Gobierno y el Ejército hagan algo para traerlos a casa de nuevo», declara a EFE Kerem Ben Ami, cuñada de Ohad, secuestrado junto a su mujer, Raz, el 7 de octubre cuando se encontraban en el kibutz de Be’eri.
A lo largo de la tarde, en la rebautizada Plaza de los Secuestrados, frente al Museo de Arte de Tel Aviv, familiares, amigos y ciudadanos solidarios con su causa se han juntado en grupos para rezar y cantar por los cautivos y también por las más de 1.200 personas que mataron los miembros del brazo armado de Hamás, a quienes comparan con yihadistas del Estado Islámico.
Con el paso de las horas, la plaza y los alrededores se fueron llenando cada vez de más gente para asistir al mitin, en el que un orador tras otro pidieron el regreso de los cautivos, mientras esperaban la liberación de una segunda tanda de rehenes, que se retrasó por decisión de Hamás, tras acusar a Israel de violar la tregua.
No obstante, Majed al Ansari, portavoz del Ministerio de Exteriores de Catar, país mediador en el acuerdo entre Hamás e Israel, afirmó que, tras «un retraso», se procederá hoy a un segundo canje de rehenes israelíes por prisioneros palestinos.
Una escultura de un reloj de arena en la plaza recuerda el tiempo que ha pasado y la angustia de la espera que se escapa en forma de arena.
No muy lejos, otro reloj, esta vez digital, marca con precisión los segundos, los minutos, las horas y los días: hoy se conmemoran los cincuenta días del ataque y de los masivos secuestros, pero también los cincuenta días de guerra que han dejado en la Franja de Gaza más de 14.500 muertos, según autoridades palestinas.
«Queremos que todos vuelvan»
Pero en Israel, el dolor es por los suyos.
«Omer es el encargado en un restaurante, un buen niño, le gusta la vida. Fue al festival de Nova y fue secuestrado por Hamás de una manera brutalmente violenta. Hamás es el Estado Islámico», afirma a EFE la madre de este joven de 22 años, Niva Wenkert.
A Eden Zecharya, de 28 años, también la secuestraron, pero no en el lugar del festival, sino cuando volvía a su casa en automóvil y se vio sorprendida por el grupo islamista.
«Queremos que todo el mundo vuelva, que sean liberados del cautiverio. Es una locura que haya ancianos, niños, civiles, gente inocente y también soldados. Queremos que todos vuelvan. No importa la edad, el género nada. Queremos que todos vuelvan a casa», repite el tío de Eden, Ilan, junto a la madre de la joven Orin, que porta un retrato de su hija y asegura que, hasta 17 días después, no les confirmaron que estaba secuestrada.
En la plaza también hay puestos donde se venden camisetas con mensajes que piden la liberación de los cautivos, una larga mesa con 240 sitios vacíos y un espacio reservado con 240 sillas con ojos pero sin nadie sentado que están mirando hacia una pantalla donde los oradores, uno tras otro, piden el fin de su tormento.
Y una instalación hecha con 240 espejos sujetados en maderas, que recuerdan a quien se mira en una de las superficies reflectantes que podría estar uno de los secuestrados.
«Vengo aquí todos los días», dice a EFE el payaso Amnon Rviv, que porta dos fotografías de dos niños (Yahel y Naveh Shoham): «Son los nietos de mi amigo. Fuimos juntos a clase, él fue asesinado en Be’eri y los niños fueron secuestrados con sus padres y su abuela».
Explica que los dos deben ser liberados esta tarde, como parte del acuerdo alcanzado por el grupo islamista y el Gobierno de Israel para la liberación de 50 rehenes a cambio de 150 presos palestinos en cuatro días de tregua que arrancaron ayer, cuando Hamás liberó a 13 rehenes israelíes, diez tailandeses y a un filipino.
«Espero que vuelvan para hacerles reír», dice Rvivi con una sonrisa que nace debajo de su nariz roja de payaso.
Un mantra que se repite una y otra vez en cada garganta de los convocados, y que también pronuncia a EFE Eyal Nouri, sobrino de una de las nueve mujeres liberadas ayer, Adina Moshe.