Agencias
Los Lakers se olvidaron de defender. Y enlazaron ataques sin sentido con muchos tiros fallados para caer ante los Timbwolves.
Después de dos victorias de taquicardia pero mucho mérito, con prórrogas y angustias contra dos buenos equipos del Este, Hornets y Heat, la cosa se puso muy cruda para los Lakers en la visita de los Timberwolves.
Sí, llegaba al Staples uno de los peores equipos del momento, con seis derrotas seguidas y un 3-7 que ahora es 4-7 después de esta paliza que les propinaron 83-107. Pero, más que eso, más allá del rival, pareció que la suerte se cobró lo que había prestado a los angelinos en los partidos anteriores.
Cada intento de heroicidad Carmelo o Monk era peor que el anterior hasta que la cosa acabó en noche maldita. Sin mucha más explicación para tanta fala en la duela Anthony Davis, tocado en la mano que se fastidió contra los Hornets, acabó con 22 puntos y 8 rebotes.
E hizo todo lo que pudo, el mejor sin grandes logros en la decente primera parte. Russell Westbrook sacó un sonoro suspenso en uno de esos partidos en los que, sin LeBron, tendría que marcar diferencias: intrascendente cuando el equipo jugó bien, un galimatías cuando había que intentar reaccionar.
Pocos tiros (7/11) y un 20+5+3 que dice menos que su -32 en pista, un dato más próximo a las sensaciones (y 5 pérdidas por esas 3 asistencias). Carmelo Anthony, que tan bien ha jugado hasta ahora, se quedó en un 1/12 intentando sin parar meter la canasta que cambiara la dinámica cuando el partido se iba por el desagüe.
Monk acabó esta vez en 7 puntos con un 1/7 en triples, Bradley en 5 y un 2/6 y Bazemore no anotó porque hace varios partidos que parece que ha olvidado de forma irremediable como hacerlo.
Fue espantoso, tan malo como puede parecer. Los Wolves, blandísimos y dispuestos a hundirse en cuanto se les plantó cara, se vieron cuesta abajo en cuanto calentaron un poco por fuera. Solo tuvieron que aprovechar los regalos constantes de un rival que no cerró el rebote, no cuidó la pelota y no tiró bien desde ninguna parte.
Fue tan sencillo como suena, tanto que los vencedores parecían los más sorprendidos por lo que estaba pasando. Así, cuesta abajo, sí que aparece el talento de jugadores que no destacan por su rebeldía cuando vienen mal dadas: 29+7 de Towns y 22+5+7 de Russell con un 9/17 en triples entre los dos.
Ni siquiera tuvo que brillar Anthony Edwards (9 puntos). El resto fueron las cositas de Beverley y el trabajo, cuando todavía había partido, de Reid y McDaniels.
Los Wolves se lo pasaron bien, y hacía días que no podían decir algo así. Suficiente para ellos.
Para los Lakers fue una noche de vergüenza, de bochorno, del desastre más puro que uno se pueda imaginar.