Agencias

La explotación sexual de menores aumentó durante la pandemia de COVID-19, que ha tenido un efecto “devastador” en las víctimas de trata, la mayoría de ellas mujeres.

Las restricciones y la crisis económica aumentaron el riesgo de caer en la trata, una forma de esclavitud que se hizo aún más difícil de detectar, según denuncia un informe de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD) publicado en Viena.

Además, las redes criminales han sabido sacar ventaja a la situación al centrar la captación durante los confinamientos en la esfera digital, incluidas las redes sociales, según el estudio “Los efectos del COVID-19 en la trata de personas y las respuestas al desafío”.

La trata consiste en captar y retener a una persona para explotarla. Aunque la esclavitud sexual es el crimen más conocido, otras víctimas caen en trabajos forzados o son obligadas a practicar la mendicidad, entre otros delitos.

Aunque la ONUDD no ofrece cifras globales sobre la magnitud de este delito, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) de Naciones Unidas calcula que más de 40 millones de personas en todo el mundo son víctimas de trata.

Más vulnerables

Este estudio se desarrolla con información aportada por distintas organizaciones que trabajan con víctimas de trata en 46 países, explica a Efe el jefe de lucha contra la Trata de Personas de la ONUDD, Ilias Chatzis.

Ya antes de la pandemia, la mayoría de las víctimas eran mujeres: de cada 10 personas rescatadas de las mafias en 2018, cinco eran adultas y dos eran niñas, lo que supone el 70 por ciento del total.

De nuevo, mujeres, menores y migrantes han sido identificados en este estudio como especialmente vulnerables a la trata durante la pandemia, en la que los criminales se aprovecharon de los problemas económicos de las víctimas. A menudo la forma de captación son falsas ofertas de empleo.

Chatzis asegura que durante la pandemia las víctimas estuvieron sometidas a mayor violencia y abusos, y con los confinamientos, su situación era “menos visible”.

“La trata se trasladó a espacios privados. Con bares, clubes y salones de masajes cerrados, muchas actividades pasaron a apartamentos privados. Continuaron de manera diferente”, afirma.

Durante las restricciones a la movilidad, los criminales tuvieron más control sobre sus víctimas, que sufrieron una mayor violencia y explotación, y quienes consiguieron escapar tenían menos acceso a servicios básicos.

Con las fronteras cerradas, muchas víctimas de trata rescatadas o que consiguieron escapar se vieron obligadas a permanecer durante meses en los países donde fueron explotadas.

Chatzis subraya que para los criminales las víctimas son meras “mercancías” a las que explotar económicamente.

“Hemos documentado casos en los que las víctimas estuvieron a punto de morir de inanición durante los confinamientos. Simplemente, las abandonaron en los lugares donde las retenían. Sin comida, sin agua, sin atención médica, sin nada. Las víctimas son solo mercancías. Así que, realmente, no les importan”, resume.

Explotación sexual de menores

Otro fenómeno muy preocupante es el aumento de los intentos de captar a menores para explotarlos sexualmente, tanto en sus comunidades locales como a través de internet.

El estudio revela que los menores son cada vez más el objetivo de criminales que utilizan las redes sociales para captar víctimas con métodos como la “sextorsión”. Ese delito consiste en usar imágenes obtenidas de alguien como chantaje para explotarla sexualmente.

Según la ONUDD, existen “claras evidencias” de una mayor demanda de material pedófilo, lo que ha “exacerbado” la explotación de menores en todo el mundo.
“Durante el período de las medidas de emergencia del COVID-19 se ha informado más sobre abuso infantil, incluidas nuevas formas de explotación, como el abuso sexual en directo”, señala el estudio.