Agencias

Los asesores de Joe Biden han señalado que el presidente electo de Estados Unidos no está sopesando un confinamiento nacional de corto plazo para combatir finalmente un rebrote de la pandemia. Por ahora, es algo que Biden prefiere evitar.

En la semana que ha pasado desde que la prensa anunció que él derrotó al presidente Donald Trump en las elecciones del 3 de noviembre, Biden ha dedicado la mayoría de sus comentarios públicos a alentar a los estadounidenses a usar mascarilla y ver el coronavirus como una amenaza que no tiene nada que ver con las simpatías políticas.

Pero el debate ha sido más animado entre los miembros de la junta asesora sobre el coronavirus que Biden anunció esta semana.

Dos miembros de su grupo de trabajo contra el coronavirus debieron aclarar públicamente esta semana que no estaban contemplando un encierro nacional generalizado. Un tercer miembro, el doctor Michael Osterholm, dijo previamente que valía la pena considerar la posibilidad de un cierre de cuatro a seis semanas, acompañado de un paquete de ayuda financiera para los estadounidenses.

Posteriormente Osterholm se retractó de sus comentarios y dijo a ABC News que no había planteado la propuesta al grupo de trabajo. La disputa sobre el tema subraya los desafíos políticos y prácticos que enfrentará Biden al tratar de controlar la pandemia una vez que asuma el cargo en enero.

Biden hizo campaña diciendo que él sería más responsable que el presidente Donald Trump en cuanto al manejo de la salud pública de Estados Unidos y ha sido directo sobre los desafíos que le esperan al país, advirtiendo por ejemplo que se avecina un “invierno oscuro” a medida que aumentan los contagios.

Pero hablar de cierres de actividades económicas es un tema especialmente delicado. Por un lado, es casi imposible que un presidente los promulgue por su cuenta, pues requiere del apoyo bipartidista de autoridades estatales y locales. Además, en términos más generales, son un asunto político álgido que podría socavar los esfuerzos de Biden por unificar un país profundamente dividido.