Agencias

El debate sobre armas de fuego en Estados Unidos muy pronto entrará un nuevo capítulo con un demócrata en la Casa Blanca luego de cuatro años bajo Donald Trump, en los que los activistas por el control de armas exigieron duras reformas tras las masacres en lugares como Las Vegas, El Paso y Parkland, Florida.

Pero cualquier esperanza de que Joe Biden vaya a lanzar una nueva era de restricciones apodría quedar frustrada debido a la misma polarización en Washington que ha derrotado esfuerzos similares en gobiernos previos.

Los objetivos en la agenda — mayormente relegados en años recientes — incluyen renovar una prohibición de fusiles automáticos al estilo AR, los chequeos universales de antecedentes, las restricciones a los cargadores de gran capacidad y una ley federal creada para prevenir que personas a riesgo de causarse daños a sí mismas o a otros compren armas.

Pero virtualmente todos esos pasos requieren acción del Congreso. Y no importa el resultado de dos contiendas senatoriales en Georgia que determinaran cuál partido controlará esa cámara, será difícil conseguir que una mayoría de los legisladores respalden los cambios.

Una razón clave es que esos asuntos se han vuelto muy polarizados. Años atrás, las políticas sobre armas de fuego cruzaban las líneas partidistas y era más fácil para republicanos y demócratas encontrar posiciones comunes.